La música y el periodismo
«-No entiendo -dice.
Porque él es periodista y está allí -dice- para hacer un seminario de escritura creativa y periodismo, y no entiende -dice- qué tiene que ver esto con el periodismo, donde esto quiere decir la música: eso que sucede en la pantalla: una clase magistral del músico argentino Daniel Barenboim. Una clase que el hombre no entiende.
-No entiendo cómo algo de todo esto puede servirme para escribir mejor -dice- y se levanta, dos grados por encima de la indignación; y empieza a irse, enfurecido por la pérdida de tiempo; y se va, iracundo porque a quién se le ocurrió; y desaparece, embravecido porque esto es periodismo: porque esto es periodismo y entonces ritmo y entonces tono y entonces forma no aportan, a lo que se dice, nada. Porque esto es periodismo y no hay diferencia entre romper el silencio de una página con una sustancia gris o con un tajo inolvidable. Porque esto es periodismo y tampoco hay relación entre el coraje necesario para tocar un crescendo y el que hace falta para guiar a un lector hacia el centro donde, como una angustia lejana, como una enfermedad antigua, late la semilla de una historia. Porque esto es periodismo y, entonces, da lo mismo escribir un texto herido -un río de sustancia radiactiva- o unos cuantos párrafos retráctiles: viscosos. Porque esto es periodismo y no hay por qué tomarse todo ese trabajo si se puede -con menos sudor, con menos riesgo- ser un notario.
No un periodista: un funcionario de la prosa».
(Fragmento de ‘Frutos Extraños’, de Leila Guerriero. Publicado inicialmente en Babelia)