Atonement

"Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde"

Month: September, 2013

La palabra, las palabras

Dice Ian McEwan que su nueva novela, ‘Operación dulce’, es “una historia de amor, pero no solo entre un hombre y una mujer, sino de amor a la literatura”.

Los refugiados climáticos.

Los mundos de Juan Villoro. Y Villoro escribe sobre Roberto Bolaño.

Algunos fragmentos de ‘Every love story is a ghost story’, la biografía de David Foster Wallace.

Hergé y Tintin.

Philip Roth y amigos.

Juan Gabriel Vásquez sobre Ricardo Piglia.

Un cuento de J.D. Salinger sobre la muerte de la cantante Bessie Smith.

Anaïs Nin leyendo sus diarios.

Escribe Hanif Kureishi en ‘Intimidad’: “Las palabras son acciones y provocan acontecimientos”.
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Y una canción.

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Periodismo en el campo de batalla

“Mi desasosiego iba a más a medida que recapacitaba sobre el sinsentido de aquella situación. ¿Qué hacía un cuarentón como yo en aquel punto perdido de la volátil frontera turcosiria, comportándose como un colegial ávido de aventuras? ¿Por qué seguía atrayéndome vivir situaciones extremas y exponerme a peligros tales como el representado por el régimen del presidente Bashar el Asad, enfrascado, desde un año atrás, en una demencial espiral represiva en la que ni siquiera se respetaba a un corresponsal extranjero desarmado? ¿Qué carencia emocional hacía que, cuando trabajaba en la redacción de Barcelona editando y titulando los textos enviados por compañeros, la vida me pareciera insulsa, sin sustancia ni colores? ¿Por qué no me conformaba, como el 99,9% de los seres humanos, con una existencia predecible, marcada por el trabajo, las cenas, las visitas a familiares y amigos y las idas al cine? Estos y otros pensamientos similares atravesaban mi cerebro con la velocidad de un rayo mientras me preparaba para recorrer ese kilómetro y medio que separaba la guerra siria de la seguridad turca, probablemente el kilómetro y medio más extenuante que recorrería jamás en toda mi vida profesional, guinda final a una incursión ilegal de dos semanas de duración en un país sacudido por una revolución, que en sus casi doce meses de vida acumulaba miles de muertos, decenas de miles de desaparecidos y brutales abusos contra la población civil por parte de las fuerzas de seguridad”.

Este fragmento pertenece al último capítulo -“La guerra decisiva se libra en Siria, 2012”- del libro ‘Periodismo en el campo de batalla’ del periodista Marc Marginedas, secuestrado en Siria desde el pasado 4 de septiembre.

Blanco nocturno

Los gitanos deportados de Alemania.

Las mariposas de Vladimir Nabokov.

“España se parece cada vez más al Baltimore de The Wire”, le ha dicho David Simon a Xavi Ayen.

Ha muerto Álvaro Mutis. Y su manifiesto Contra la Muerte del Espíritu.

Santiago Roncagliolo pidiendo el Nobel de Literatura para Stephen King.

El arte de escribir mal.

La abuela de Marcel Ventura murió el otro día. Él escribe sobre el plato de comida que le dejó en el congelador.

Comprar libros y no leerlos nunca.

Escribe Ricardo Piglia en ‘Blanco Nocturno’: “Vino porque nunca estaba tranquilo, porque no se podía quedar quieto, porque buscaba un lugar donde no le trataran como un ciudadano de segunda clase. Vino a eso, y ahora está muerto”.

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Y una canción.

El día que me vaya no se lo diré a nadie

La crisis española vista por un argentino: ‘El vapor de las ilusiones’.

Un experto en ángeles y santos persigue a ladrones de libros.

Luc Sante sobre Charles Marville y París en el siglo XIX.

El día que intoxicaron a Messi.

El periodista Edward Kennedy tuvo la primicia del final de la II Guerra Mundial; como premio fue despedido. AP le pidió perdón 67 años después.

En Jot Down escribe Pablo R. Suanzes sobre ‘The West Wing’ y el “idealismo sin remilgos” de Sorkin.

Mark Twain, Susan Sontag o Anaïs Nin sobre Nueva York.

La Universidad de Princeton ha digitalizado el manuscrito de ‘This side of paradise’ de Francis Scott Fitzgerald. Y el de ‘El Gran Gatsby’.

La vida de Ernest Hemingway en fotos.

Un cuento de Ian McEwan.

Sobre la hemorragia de puntos suspensivos en la que vivimos.

Escribe Kiko Amat en ‘El día que me vaya no se lo diré a nadie’: “Que pasen los días sin saber adónde voy, y sin saber su opinión sobre mi viaje. Que me miren en el tren y no sepan quién soy. Que no tenga que sonreír si no quiero. Hablar si no quiero. Comer sin hambre. Reír sin ganas”.

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Y una canción.

Valladolid (I)

(NOTA: Mi amigo De La Calle vivió un año en Pucela y escribió unas historias narrando aquella experiencia que no me puedo guardar para mi. Aquí la primera entrega)

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Tenía que haberlo intuido el viernes. Pero no, no lo hice. Las manchas de kalimotxo en el suelo o que nadie abriera la puerta de su habitación al escuchar una voz nueva en el pasillo eran muestras inequívocas de que aquello no empezaba bien. El resto llegó el domingo. Y días, semanas y meses después.

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Solté las maletas y ni siquiera las deshice. Me senté en el salón esperando que alguien entrara por la puerta del piso. Alguien con quien hablar, pensé. Era lo único que podía hacer en una ciudad en la que no paraba de llover -diluviaba desde que había llegado dos horas antes- y en la que una persona como yo -mi fuerte nunca fue la orientación- se hubiera perdido con facilidad.

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Entró en el piso sin encender la luz de la entrada y asomó la cabeza por la puerta del salón, donde yo seguía sentado. Me miró y no dijo nada a mi entusiasta hola. Este es el rarito del piso, me dije convencido.
Al rato se repitió la escena. ¿Dos raritos? Bueno, ella será la simpática.

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Llegó al rato. Venía acompañada. Sí me saludó, y además me presentó a su acompañante.
– Esta es mi mami.
Era como poco 30 años mayor que ella. En parte tenía razón. Solo en parte.
Después de las presentaciones no hubo más preguntas. Se fueron a la habitación de ella. Hubo risas al fondo del pasillo. Y mientras, en el salón, me preguntaba dónde me había metido. La respuesta vendría después. Aunque claro, era esto o la orilla del Pisuerga. Con el tiempo aprendí que la segunda opción hubiera sido una mala opción -el frío de esta ciudad estira la piel a nivel lifting-. Pero eso es otra historia.

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Cuando me metí en la cama, en mi cabeza se repetían en bucle infinito estas palabras: Madrid. Viernes. Menos de cinco días.

No te rindas

Dice Quim Monzó que los chistes machistas de antaño se convierten ahora en chistes “hembristas”. Y sobre las mujeres que se niegan a firmar al pie de tanta revista femenina que las define “como esos seres a los que la depilación les duele, la menstruación les molesta y no encuentran placer más grande que reunirse entre ellas para hablar de cosas de chicas”, escribió hace tiempo Leila Guerriero.

Thomas Pynchon vuelve a Nueva York en ‘Bleeding Edge’. Y a Antonio Muñoz Molina no le ha gustado la nueva novela de Coetzee.

El World Press Photo se cita en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

El mapa que consultaba Abraham Lincoln durante la Guerra Civil Estadounidense. Y sobre el Discurso de Gettysburg, pronunciado por Lincoln en noviembre de 1863.

‘Rebelde con pico de oro’. Una introducción a Christopher Hitchens que firma su amigo Martin Amis.

Borges por Ricardo Piglia.

El hombre que definió a la tristeza como “la lluvia sobre un tejado de zinc” hubiera cumplido ayer 93 años.

Escribe Emmanuel Carrère en ‘Limónov’: “¿Acaso no es mejor morir vivo que vivir muerto”.

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Y una canción.

De cartas de amor y amor a la música

“¿Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza?”, le dice Henry Miller a Anaïs Nin en su última carta.

En 1972 Robert Frank, que había diseñado la portada de ‘Exile on Main St.’, filmó la gira de los Rolling Stones por Estados Unidos y Canadá. Por allí andaba también Truman Capote, al que el alcohol le impidió terminar un reportaje titulado ‘It Will Soon Be Here’, pero le contó sus impresiones a Andy Warhol.

Annie Leibovitz fotografió el Rolling Stones Tour of the Americas ’75.

Le escribe Julio Cortázar a Alejandra Pizarnik: “Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra”.

Bob Dylan y George Harrison jugando al tenis en 1969. Y Bob Dylan y Joan Baez en la Marcha sobre Washington de 1963.

La correspondencia entre Federico García Lorca y Salvador Dalí.

Escribe Francis Scott Fitzgerald en ‘Cartas de amor y guerra’: “Oh Zelda, ésta tenía que haber sido una carta muy fría, pero es lo que siento por ti. Una vez fuimos una sola persona y siempre será un poco así”.

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Y una canción.

Internet y las efemérides

Hoy se cumplen cuarenta años del golpe militar en Chile. Aquí la historia de los hermanos Gonzalez, enfrentados por la dictadura de Pinochet.

Los doce años de los atentados del 11S a través de doce portadas del New Yorker.

¿Siria? Ya no hay más Siria.

Un cocinero que cambió los fogones por la carnicería. Se llama Renzo Garibaldi.

Un viaje al Caribe de la mano de Alberto Salcedo Ramos.

Las maneras de ser periodista de Julio Camba.

Cómo influyó su obsesión por el ajedrez en Samuel Beckett.

“Salvador Dalí es el mayor gilipollas del siglo XX”, no lo digo yo, lo dijo Henry Miller.

Un adelanto de ‘En cuerpo y en lo otro’ de David Foster Wallace.

Bingo de tópicos radiofónicos.

Escribe Alan Bennett en ‘Dos historias nada decentes’: “Podrías iniciarme en ese Internet al que dedicas las horas muertas. Al fin y al cabo, la vida es para vivirla”.

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Y una canción.

De libros y estilo

Dice Andrés Trapiello, recordando a Tolstoi, que “el estilo es bueno si no se nota”. Y Josep Pla le dijo a Pániker que la mejor frase que se ha escrito en castellano es “La puerta es verde”.

Enrique Vila-Matas y Juan Villoro hablan de literatura.

Volver al verano de ‘El Gran Gatsby’ de la mano de Manuel Jabois: “Cuando sientas deseos de criticar a alguien piensa que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú”.

Isaac Rosa y su decálogo para escribir una novela política.

Leila Guerriero traza el perfil de Mario Vargas Llosa. Y el discurso de aceptación del Nobel de Literatura que pronunció Vargas Llosa en 2010.

Julian Barnes y el arte de la ficción. E imposible olvidar a Pat Kavanagh.

‘La infancia de Jesús’
es el nuevo libro de J.M. Coetzee. Y Eduardo Lago publica con una nueva editorial, Malpaso.

Susan Sontag sobre el oficio de escribir.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.

Escribe Jeffrey Eugenides en ‘La trama nupcial’: “Había libros que se abrían paso a través del ruido de la vida y te agarraban del cuello de la chaqueta y te hablaban sólo de las cosas que encerraban más verdad”.

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Y una canción.

Periodismo salvaje

Virginia Mendoza retrata la vida en -y desde- Armenia: ‘La niña que vino a terminar el mundo’.

Eduardo Galeano sobre Diego Armando Maradona.

David Remnick dentro del campo de refugiados de Zaatari, en Jordania, lugar de destino de miles de sirios.

Janet Malcolm y el arte de la no ficción.

Xavier Aldekoa ha escrito este verano en La Vanguardia una serie sobre las ‘Siete cicatrices africanas’.

Marc Marginedas y su diario de un viaje a Siria.

Sólo cinco mil personas viven en “la chepa del mundo”, en Tunu, al oeste de Groenlandia. Y allí se fue Daniel Burgui.

Gay Talese con Cassius Clay en Cuba: ‘Alí en La Habana’.

Juan Villoro viajó al país al que Roland Barthes describió como “el imperio de los signos”: ‘Arenas de Japón’.

Un fin de semana con Pablo Escobar.

“Siempre hubo dos maneras de hacer periodismo: o contando lo que sabes o vendiéndolo”, por Raúl del Pozo.

Un clásico imprescindible. Y un imprescindible que está por llegar.

Escribe Leila Guerriero en ‘Frutos extraños’: “Desde aquel primer trabajo y hasta ahora pasé por una buena cantidad de diarios y revistas, mayores y menores, y sigo portando una virginidad con la que he decidido quedarme: la de no haber asistido, jamás y como alumna, a ningún sitio donde se enseñe periodismo. Soy, como las mejores vírgenes, tozuda. Y a lo mejor, como las mejores vírgenes, soy también un poco fatalista, y siento que ya estoy vieja para emprender otro camino. Y a lo mejor también, como las mejores vírgenes, soy un poco cobarde y pienso que quizás duele, y entonces mejor no. Y acá me tienen. Una autodidacta absoluta, un dinosaurio: una periodista salvaje”.

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Y una canción.