Mis libros de 2025
El año ha sido muy novelesco, con su dosis de drama, de amor, de llanto, de decepción, con viajes, conciertos memorables y mucha radio. Los libros no sé si han sido muchos o pocos, pero han vuelto a ser presencia constante, compañía y consuelo. Los únicos que no fallan nunca. Y al 2026 llego como esa canción de Lapido que me ha escupido Spotify mientras escribía esto: “Tomaremos el fracaso como punto de partida y el amor como dogma de fe”.
Sin orden claro, los libros que más he disfrutado durante este 2025 que se nos escurre ya entre las manos.

‘Un día en la vida de Abed Salama’, de Nathan Trall (Anagrama). Tal vez solo sea un reportaje más sobre la Cisjordania Ocupada, pero Thrall es capaz de tocar todos los resortes emocionales para que el lector más despistado e ignorante sobre la situación de la población palestina acabe destruido por la insoportable realidad en la que intentan sobrevivir. Piensen en el accidente de un autobús escolar, en la búsqueda desesperada de un cadáver, el de un niño, el que lo busca es su padre.

‘El jardinero y la muerte’, de Georgui Gospodínov (Impedimenta). ¿Cómo asume uno la muerte de su padre? ¿Cómo se viven esos meses previos al fallecimiento? ¿Hay forma de prepararse? ¿Y el día después? “Mi padre murió y Mi padre se muere son dos frases completamente distintas. La primera es un hecho, una conclusión; la segunda, una novela”, escribe aquí Gospodínov. Un libro bellísimo, triste y luminoso a ratos, sobre la memoria y cómo nos construimos que es -para mí- el gran tema de la literatura.

‘Amada y perdida’, de Susie Boyt (Muñeca Infinita). Ten a mano un paquete de cleenex porque vas a llorar. Boyt ha escrito una novela que orbita sobre la ausencia de los hombres, del padre, un libro protagonizado por mujeres que cuidan a sus hijas y a sus nietas. El personaje central es Ruth, que creció sin padre, y que cría como madre soltera a una hija drogadicta que no la quiere. Sí, su hija no la quiere, la rechaza, lo hace desde la adolescencia. Pero esa hija, Eleanore, fuente de tanto dolor y tanta desdicha la convierte en madre-abuela de una niña que se convierte en el primer ser humano que la quiere de verdad. Ruth termina por descubrir el amor y nunca es tarde para ello.

‘¡Mártir!, de Kaveh Akbar (Blackie Books). Dice el autor que es una autoficción y no una autobiografía. Lo cierto es que es una primera novela fresca, divertida, poética sin caer en la cursilería. La historia de un niño al que la muerte de su madre lo arranca de su país, de Irán, y transforma su infancia en una historia de desarraigo. Acompañado del padre aterriza en Estados Unidos, el país en el que crece, en el que llega a la edad adulta sin un propósito claro, en el que el alcohol y las drogas son “algo”, no sé si un problema o una vía de escape. Y sobre el arte y la muerte giran los desvelos de Cyrus. Igual tú también has conocido a uno.

‘Astillas’, de Leslie Jamison (Anagrama). Si has pasado por aquí antes ya sabrás que lo que le profeso a Leslie Jamison es devoción, mi escritora de no ficción favorita. Aquí Jamison, que ya nos contó sus problemas con el alcohol, vuelve a desnudarse para narrar su divorcio, pero también el antes y el después. Habla sobre el enamoramiento fugaz previo a ese amor arrollador, de las señales que vimos e ignoramos. Habla de la maternidad, del desencanto previo a la ruptura y de ese timo que es el amor romántico. “Me había enamorado de un hombre cuyo corazón era como su compañía: efusivo, rebelde, sorprendente, fascinante“.

‘El español que enamoró al mundo’, de Ignacio Peyró (Libros del Asteroide). Si Peyró mañana se pone a escribir etiquetas de champú compraría todos y cada uno de los botes para poder leer cada frase. Es nuestro prosista más en forma, con ese humor que discurre entre Londres y Chamberí, con esa sorna que conecta el Vips con Embassy. Entrega aquí una biografía sobre nuestro español más universal que lejos de ser canónica se entrega a la tradición de Zweig o de Pla. Sí he citado a Zweig para recomendar una biografía sobre Julio Iglesias. Prepárense para gozar.

‘Mi refugio y mi tormenta’, de Arundhati Roy (Alfaguara). Una historia de madres e hijas o una historia sobre una madre atípica: feminista cuando no tocaba, directora de un colegio de referencia que, en cambio, maltrata a sus hijos. Capaz de dar por bueno que su hija desaparezca durante un lustro sin hacer amago de buscarla. Esto no es una ficción, es el libro que Roy ha escrito para despedirse de su madre que es, además, el material literario del que bebe toda su obra. Es un libro hipnótico, que te atrapa desde que lees la primera página. Y no, no es un ajuste de cuentas.

‘Marciano’, de Nona Fernández (Random House). No sé si hablar de novela, de biografía novelada o de artefacto literario. Nona Fernández trabajaba en un proyecto audiovisual sobre Mauricio Fernández Norambuena, proyecto que no salió adelante y que está en la génesis de este libro. Pero, ¿quién es Mauricio-Marciano? Un revolucionario que trató de matar a Pinochet y que cumple condena por delitos de sangre, un tipo que ha pasado gran parte de su vida en la cárcel por una revolución que no fue y al que los libros han acompañado en prisión. Fernández no juzga a Norambuena, pero lo escucha y vuelve sobre el terreno que mejor conoce, el de la dictadura chilena, para construir el fresco de una época y entregar un libro monumental.
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Y una canción
¡Feliz 2026!